viernes, 29 de junio de 2007

ATENA, LA SABIA GUERRERA

Cristo dice; “no he sido enviado más que a las ovejas perdidas de Israel” (Mateo 15:24). ¿Has visto cómo la luz es más pura cuando el camino se viste de colores al sentir las pisadas de las flores que tú vistes cotidianamente? ¿Te has dado cuenta que la encarnada diadema azul, que tu pecho esconde, se muestra radiante ante los ojos que Atena engalana cuando Apolo la baña con sus rayos de oro? Cuando la vida nos enseña que, solamente, tenemos que estirar la mano para entrar a los jardines dorados de la vida eterna que nos proporcionan ojos como los de la sabia guerrera Atena, entonces recién podemos también apreciar que la vida se nos hace más hermosa si es que nos remontamos al pasado a través de tu sonrisa epónima. Es que tu sonrisa da vida a la vida nombrando simplemente el silencio con tu mirada serena. ¿Atena vivía por Atenas o Atenas vivía por Atena? ¿Atenas tenía ese nombre por Atena o Atena se llamaba así por Atenas? Eso no me importa ya porque, sea una u otra la respuesta, tú seguirás viviendo en los ojos de aquella que tiene al mágico búho jugando en los soles estelares de tu rostro. Atena, la de los enormes ojos brillantes, hija de Metis, la diosa sabia, que fuera la primera esposa de Zeus. Cuando Metis estaba encinta de Atena, Zeus se la tragó. No mucho tiempo después tuvo un terrible dolor de cabeza, Hefesto le seccionó la cabeza con un hacha para solucionar el problema y, del cuello de jefe del panteón Olimpico, salió Atena dando un grito de guerra y siendo ya adulta. ¡Atena! ¡Atena! ¡Tú no eres la vengadora, sino la guerrera sabia! ¡Guerrera contrincante de sinsabores! ¡Eres, Atena lozana, aquella que jamás lucha por mero deseo de venganza sino por la virtud de dar vida! ¡Luchas con el amor por la humanidad: esa es tu espada llameante... aun cuando, en ocasiones, tengas que quitar la vida para darla más plenamente! ¡Atena! ¡Atena mía, tú eres la sabia espada de esplendente llama que dirigen las serpientes que tu pecho encierra en la refulgente armadura de piel de cabra que acuden en ayuda de tu brazo derrochador de manos infinitas llenas de vida, sabiduría, amor y largueza vital! ¿Quién dijo que las serpientes mataban? No, no, no, la serpiente da vida, vida fresca, vida refulgente, vida inherentemente futúrea. Si no fuera por ella no viviríamos nosotros ahora. ¿No fue una serpiente la que incitó a Eva para que ofreciera la manzana que Adán comió tan dulcemente? En el Antiguo Testamento, se dice que “la serpiente era el más astuto de todos los animales del campo que Yahveh había hecho” (Génesis 3:1). Así, se nos está diciendo que la serpiente era sabia. La astucia no es sino sabiduría, que ahora la hacemos más propia de lo negativo que de lo positivo, pero que es simplemente sabiduría en el desarrollo histórico del término y, como tal, puede ser positiva o negativa, dependiendo del uso que se le dé, como bien se dice en otros idiomas al traducir esta parte del génesis (en inglés, por ejemplo). Esto nos lo permite comprender el enfrentamiento de las serpientes mosaicas con las serpientes de los magos egipcios (Éxodo 7:8-12). Luego se señala también en el Nuevo Testamento: “Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así tiene que ser levantado el Hijo del hombre” (Juan 3:14). Esta serpiente se llamaba Nejustán (2 Reyes 18:3-4), y Moisés levantó su estatua por orden de Yahveh (Juan 21:4-9). También Jesús dice: “Mirad que yo os envío como ovejas en medio de lobos. Sed, pues, prudentes [sabios] como las serpientes, y sencillos como las palomas.” (Mateo 10:16). La serpiente solamente es considerada como símbolo del mal –o, en todo caso, "únicamente" símbolo del mal- cuando emerge de la mirada de aquellos que jamás la comprendieron y que vieron en ella lo que se negaron a mirar dentro de sí mismos. No importa lo que pase, no importa lo que digan, tú nunca dejes de reír Atena lozana, la de los ojos que al búho le robaste, porque en los labios que forman los símbolos egregios de la vida estará siempre el gozo de los que saben contemplar tu mente iluminada por sentimientos horadados por hermosas ilusiones que sabes plasmar en papeles nonatos porque nada nace si es que surge de tu propia vida, nada nace ya que está completamente viviendo antes de que tu le dieras vida, nada nace cuando eres tú misma antes que la vida que das... Dejemos que el cuento de los días sea hecho por quienes consideran que el tiempo existe, porque para mí, el tiempo desapareció justo el día que te conocí y el mismo búho, que te cobijó en tu infancia sonrosada, me prestó su mirada para poder ver la luz que el rayo que no cesa despedía del ardiente gel de tu sonrisa. ¡Ay! Donde otros ven poemas de amor yo veo simplemente poemas de vida. Lo que no sé es ver la diferencia que hay entre el amor y la vida… Para terminar, y aunque nosotros estemos más cerca de la religión taoísta, de mis antepasados chinos, que de la religión católica de mis padres, quisiera citar la siguiente frase que me parece sumamente hermosa por el sentimiento y la intensidad del amor que expresa: «Cuando María llegó donde estaba Jesús, al verle, cayó a sus pies y le dijo: “Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano [Lázaro] no habría muerto.” Viéndola llorar Jesús y que también lloraban los judíos que la acompañaban, se conmovió interiormente, se turbó y dijo: “¿Dónde lo habéis puesto?” Le responden: “Señor, ven y lo verás.” Jesús se echó a llorar.» (Juan 11:32-35).

Walter Saavedra

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