domingo, 15 de julio de 2007

CUANDO EL TIEMPO SE CUBRIO DE HIERRO

No era que los labios se cerraran porque estaban congelados por el frío mortal que hacía en esos tiempos en La Oroya. Era porque no había motivo real para que yo estuviera allí. Me habían confinado, en ese tiempo de frigidez estupefacta, en un quiosco de madera de ese destartalado mercado de La Oroya. En la noche las ratas se paseaban como si fuera su casa, y eran tan grandes como un caballo, según las recuerdo. Aunque tenía varias frazadas, en esa incómoda cama Comodoy de una plaza, no podía dormir. El tiempo pasaba y el frío causaba en mí un gran dolor de cabeza. Gracias a la intensidad de ese dolor lograba conciliar el sueño. A la mañana siguiente, cuando me levantaba, apenas si podía tocar el agua que, en el lavatorio que me habían prestado, ponía todas las noches, se hallaba congelada. Los labios los tenía partidos y me dolían. No había baño, como es natural, en ese quiosco de madera, hacía mucho tiempo abandonado, según se podía apreciar por la cantidad de tierra que tenía la cama. Si tenía necesidad de orinar, pues salía a la calle y ya. ¿Pero cómo podría hacer cuando me daban ganas de botar los excrementos? Pues ponía unas hojas de periódico y allí botaba las heces que en la mañana siguiente echaba a la basura. La suerte era que había en toda la ciudad de La Oroya baños públicos gratuitos que tenían agua caliente. El baño estaba asegurado. Los otros estudiantes, que hacían también sus prácticas preprofesionales conmigo, querían que se les diera más dinero por las prácticas que realizábamos. Yo me oponía a eso porque era tonto el argumento: Necesitaban dinero para comprar algunos regalos para llevar a sus familiares cuando la práctica terminase. Aún así, oponiéndome y todo me nombraron defensor de sus derechos. Otro estudiante del quinto año se autonombró representante y defensor con gran palabrería fundamentadora. Cuando llegó el momento de hablar. Estando con los profesores, el antropólogo asesor de la SAIS, amigo de nuestros profesores, y el administrador, nadie quiso hablar, menos el héroe autopropuesto. Me dio rabia. Yo asumí la defensa de lo que no estaba de acuerdo y lo conseguí. Luego, renuncié a que me dieran ese dinero. Entonces los profesores tuvieron que convencerme que lo aceptara puesto que yo lo había conseguido. Y lo acepté. Por esto se me castigó. Pienso que inicialmente iban a cancelar mi participación en la práctica porque me trajeron a Lima de emergencia. Pero eso no era suficiente castigo. Oh no. Había que castigarme ejemplarmente. Por eso me enviaron a La Oroya y me hicieron dormir donde dormía y en las condiciones en que dormía. Yo conversaba y me reunía con los integrantes de los descendientes de la Comunidad de Huaypacha, desaparecida hacía mucho tiempo, iba a diferentes sitios con ellos. Los entrevistaba, pero nada sabían ni recordaban del pasado de la comunidad de sus ancestros porque había desaparecido devorada por los hacendados ya mucho tiempo atrás. Ellos querían recuperar las tierras de sus antepasados. En esos años consiguieron solamente tierra suficiente para hacer sus casas. Ellos trabajaban en La Oroya en la fundición. Se jubilarían pronto. Al menos tendrían casa donde pasar los últimos años de su vida. Y tendrían también la esperanza de seguir luchando por unos terrenos que perdieron hace muchísimo tiempo, mucho antes de nacer, y que sería para sus hijos aún jóvenes o niños. La empresa norteamericana les daba lo mejor, según la puntuación que tuvieran. Uno de ellos, con apenas pocos años ya para jubilarse y muchos hijos, fue a vivir a una cómoda casa adonde yo iba a desayunar porque me daban pensión. Al menos eso antes de dejar el trabajo donde dejaron su vida. ¡Qué diferente a lo que he conocido de la empresa china que actualmente está en Marcona por testimonio de todos mis alumnos que proceden de ese lugar! No encontré un sólo testimonio que fuera a su favor. Aún falta, por cierto, la visita personal a Marcona... que algún día se hará. Un día, me vino a buscar uno de los trabajadores de La Oroya, con quien me reunía siempre. Me dijo que quería invitarme a tomar algunas copas. Yo acepté. Nunca supe por dónde me llevó. Soy un despistado. Sólo sé que terminamos en un bar de mala muerte, con prostitutas incluidas. Tomamos mucho. Cerveza a montones. Sé que perdí el conocimiento, pero seguía tomando. En un momento determinado, escuché una voz que me hizo regresar al mundo de los vivos. Vi una pistola apuntándome directamente a la cara. Vi un rostro fiero que me miraba dispuesto a todo. Me di cuenta que estaba borracho. Era un oficial de la policía que estaba tomando en una mesa ubicada frente a donde yo estaba. Lo acompañaban varias personas de quienes no se ni me interesa saber nada. La voz decía imperativamente: "A ver repite lo que has dicho." Yo, ni siquiera sabía que había dicho algo, menos iba a saber lo que dije. Con la sorpresa y los humos solamente atiné a mirarlo. Yo no sé si miraba el rostro furioso o la pistola presta a ser disparada. Me quedé allí sin comprender lo que pasaba. Lo miraba como tratando de saber qué diablos pasaba en este mundo donde yo estaba de paso y a punto de pasar a mejor vida, por lo que se veía. Sí me disparaba, si yo moría allí, nada hubiera pasado. Uno más que muere en esos lugares de mala muerte. Un estudiante de San Marcos desaparecido sin que se sepa dónde. Y si llegaran a saberlo, siempre habría historias suficientemente sórdidas que se inventarían para justificar la desaparición. Desperté de mi borrachera cuando estaba a punto de dormir para siempre. Así estuve quién sabe qué tiempo. De pronto, la pistola fue bajando lentamente. Se metió en su funda. El rostro se fue serenando. Vi sorpresa en sus ojos por un instante. Luego se mostró tranquilo. Se dio media vuelta y siguió chupando con sus amigos como si nada hubiera pasado nunca. Y yo, hasta ahora no sé lo que pasó en ese lugar de mala muerte y que estuvo a punto de matarme. Tuve que regresar con mi amigo completamente borracho y sin poder caminar. Casi lo cargaba. Lo dejé en su casa, donde le esperaba una gran reprimenda de su mujer. Él me lo dijo en medio de esa borrachera que no lo dejaba hablar claro. Lo dejé en su casa. Ya no sé si él abrió la puerta o le abrieron la puerta. Si entró sólo o le ayudaron a entrar. Lo dejé simplemente allí. Cuando la puerta se cerró, regresé a mi buhardilla de madera. Cuando terminó de prácticas -estando en el cuarto año de Antropología en San Marcos-, hice un informe para mi profesor César Fonseca Martel. A césar lo recuerdo –como recuerdo aún con aprecio a muchos de mis otros profesores, Rodrigo Montoya y Luis Millones entre ellos, por supuesto- con mucho cariño y respeto porque supo respetarme y quererme a pesar de las discusiones en que me enfrascaba con él. Nos llevó en una ocasión a su casa para ver las fotografías que nos había tomado en la SAIS. Y brindamos con él, con mucho placer, por los recuerdos. César me pidió que hiciera algunas correcciones de redacción al informe porque iba a ser publicado en una revista que saldría especialmente para que se publicaran todos los informes de quienes habíamos realizado dicha práctica en la SAIS Pachacútec. Hasta ahora lo estoy entregando... Treinta años han pasado. Falleció César de una muerte que jamás mereció porque cayó de la escalera, llevado por el viento, cuando estaba a punto de ingresar en el avión, en el aeropuerto de Juliaca, en Puno. No por nada se le llama a Juliaca “La Ciudad de los vientos”. A mí se me perdió el original del informe. Ahora vivo feliz. Recuerdo con afecto estas anécdotas que ocurrieron mientras estudiaba la historia de la Comunidad desaparecida de Huaypacha cuyos títulos de propiedad tuve en mis manos y cuyas tierras, ya ajenas, pisé y caminé en un pasado que renace para unos ojos diferentes.

Walter Saavedra

2 comentarios:

Anónimo dijo...

hola:
gracias por tu comentario te lo agardesco de antemano, te escribe su hermano Daniel, y te doy una coreccion mi hermano murio en Cuzco No en Juliaca, bueno gracias por tu reconocimiento.

garauzo@email dijo...

CONTAMINACIÓN DE LA OROYA

La Blacksmith Institute los años 2006 y 2007 han realizado investigaciones sobre las ciudades más contaminadas del mundo y llegó a la conclusión que la Oroya se halla entre las 10 ciudades más contaminadas del mundo y Environmental Graffiti el 2008 lo considera como una las 5 ciudades más contaminadas también del mundo; han sido muy benévolas; de acuerdo a mis investigaciones de varios años que vengo difundiendo, la Oroya es la más contaminada del Perú, América latina y también del mundo y cada vez se está contaminando más: plomo en sangre en niños de la Oroya Antigua 53.7 ug/dl (DIGESA 1999) embarazadas 39.49 ug/dl (UNES 2000), niños al nacer 19.06 ug/dl, puérperas 319 ug/100 gramos de placenta (Castro 2003) y 39 ug/dl en trabajadores (Doe Run 2003). Máximo aceptado de plomo en sangre 10 ug/dl;actualmente la Academia de Pediatría de USA considera como máximo permitido 0 ug/ dl. También es fuente de contaminación el plomo que se halla concentrado en el suelo; se estima que en el suelo de la Oroya el plomo tiene una concentración de 50,000 patículas por millón / kg de suelo; máximo permitido entre 300 a 400.
Cuando la Oroya estaba en manos de Centromin eliminaba solamente por la chimenea más grande de 167.500 metros de altura en promedio por día y toneladas: bióxido de azufre 1000, plomo 2500, arsénico 2500, cadmio 80, material particulado 50 y así sucesivamente, más 24,000 de gases tóxicos producto de la combustión incompleta del carbón, sin contar lo que se elimina por el incinerador industrial y por las 94 chimeneas pequeñas que se calcula 15,000 (PAMA El Complejo Metalúrgico de la Oroya, 1996): suman en total 45,000 toneladas día.
Doe Run envía cada 3 meses las concentraciones de los metales pesados al Ministerio de Energía y Minas y con estos datos Cederstav ha demostrado que la contaminación se ha incrementado; por ejemplo el bióxido de azufre se ha elevado a cerca del 300% por aumento de la producción (Cerderstav. La Oroya no Espera, 2002)
La Asociación Interamericana del Ambiente dice que la calidad ambiental de la Oroya se ha deteriorado severamente desde que Doe Run se hizo cargo y la misma empresa declara que las concentraciones de los gases de metales pesados se ha incrementado en el aire: plomo 1160 %, cadmio 1990 % y arsénico 606 % (Portugal C y Cols. Los Humos de Doe Run, 2003)